Los ojos se hicieron para no verse a sí mismos
para no distinguir el universo profundode la soledad abisal del ego.
Los ojos se hicieron obligados a comprender
que solo en el ojo ajeno existimos
mas allá del cubil y su colmillo.
Después vinieron los espejos y los narcisos,
el saqueo de la Tierra y la vida estabulada
para el matadero del progreso.
De niño tenía un corazón de madera
para jugar como encina al amor
a la tierra entregada a sus criaturas.
Me asomé al ojo del sapo y el caballo
y en sus pupilas de sombra encontré
la identidad mas allá del el reflejo.
La pobreza no tenía nada que perder
por eso llamábamos riqueza
a la manta compartida.
El oro del sol, la plata del agua.
El mercado del aire y el pago en amor
traían su abundancia de vida.
No temáis otra miseria que el egoísmo,
temed la miseria de los ricos y sus leyes
y aquella que os arrastra a los silencios cómplices.