Los ojos se hicieron para no verse a sí mismos
para no distinguir el universo profundode la soledad abisal del ego.
Los ojos se hicieron obligados a comprender
que solo en el ojo ajeno existimos
mas allá del cubil y su colmillo.
Después vinieron los espejos y los narcisos,
el saqueo de la Tierra y la vida estabulada
para el matadero del progreso.
De niño tenía un corazón de madera
para jugar como encina al amor
a la tierra entregada a sus criaturas.
Me asomé al ojo del sapo y el caballo
y en sus pupilas de sombra encontré
la identidad mas allá del el reflejo.
La pobreza no tenía nada que perder
por eso llamábamos riqueza
a la manta compartida.
El oro del sol, la plata del agua.
El mercado del aire y el pago en amor
traían su abundancia de vida.
No temáis otra miseria que el egoísmo,
temed la miseria de los ricos y sus leyes
y aquella que os arrastra a los silencios cómplices.
Mucho se teme en estos tiempos grises donde los ojos no ven más que mezquindad.
ResponderEliminarEl reino de las tinieblas hace tiempo que fue inaugurado y todos lo asumimos desde el silencio.
La voz quedó congelada; la mirada, vacía.
@ Isabel Martinez Barquero
ResponderEliminarNo podemos seguir esperando
un nuevo ciclo de luz.
Es la hora de encender
las antorchas de la verdad.
Este bonito post que escribiste y se me pasó sin darme cuenta, me ha recordado de alguna forma a un precioso artículo de contraportada que leí ayer
ResponderEliminares de Manuel Vicent.
Espero que te guste tanto como me gustó a mí el comentario que dejaste en mi blog rsepecto a barrotes y vuelos. Gracias:)
Es una lástima que escribas tan poco en Anacanta, se echa de menos la belleza y la crítica en forma de poesía.
Besos
Magnífico el artículo de Manuel Vicent sobre mendigos que compran oro. Sobre el dar y el recibir, el comprar y el vender, y las puestas de sol burlándose de todo.
ResponderEliminarEn cuanto al comentario, tú pusiste la foto. Yo solo puse en su pie unas palabras. Intenté que fuesen simbióticas.
Un abrazo.